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Algunos relatos cortos  premiados.

 

 

No es sencillo

Micro finalista en el I Certamen Mundial de Microrrelatos de la Internacional Micro-cuentista.

 

          No recuerdo haberte invitado a mi fiesta de cumpleaños y menos con autorización para presentarte de forma tan violenta. No tenías derecho. Pensé que todo había quedado claro entre nosotros hace un año, cuando firmé mi rendición sin capitulaciones sobre ti. Ante mí desfilan doce latas vacías de Heineken y pienso alcanzar las quince. O a las veinte. Tomaré las necesarias para olvidarte y alguna más para amortiguar el dolor.

            No puedo reprocharte nada. En realidad, tú has cumplido estrictamente el acuerdo de no volver a verme; soy yo quien no deja de imaginarte.

Los Dos Solos

Relato ganador del I concurso de Microrelatos de la Latin Heritage Foudation

             Apenas despegamos los labios durante el trayecto. Habíamos mantenido los ojos fijos en el asfalto, cada uno sumido en su propio tumulto interior, convirtiendo el ritmo de Springteen elegido por la emisora de radio en nuestra banda sonora particular. Le miré de soslayo cuando cambié de marcha. Llevaba varios días sin afeitar y con la barba incipiente parecía mayor. Quise ver en ese gesto suyo un intento de agradarme, de igualar nuestras edades.

—¿Todo Bien?

—Todo bien.

            Nuestro equipaje no era ligero. Los dos cargábamos con mochilas repletas de pesados compromisos. Sabíamos lo mucho que podíamos perder y la dudosa recompensa que recibiríamos a cambio. Hubiera sido muy fácil dar un volantazo y dejarlo estar, regresar a nuestro hábitat natural. Pero yo no giré ni él me lo pidió. Su respiración profunda me incitaba a pisar a fondo el acelerador. Nos lo debíamos; ambos lo deseábamos.

            La habitación del hotel se me antojó fría. Me senté en la cama y deslicé inconscientemente la mano sobre la colcha una y otra vez. No recordaba cómo comenzó todo pero el final de aquella historia, la nuestra, era previsible.

            —¿Estás seguro?

            Su ademán afirmando fue tan leve que apenas lo distinguí. Aún estábamos a tiempo de salir de allí, de recoger las maletas y dar un portazo, de que no ocurriera. Pero no queríamos marcharnos, necesitábamos continuar para seguir viviendo.

            —Sin acritud.

            —Sin remordimientos.

            —Sin penas.

            —Sin glorias.

            —Sin rendir cuentas.

            —Sin pedir explicaciones.

            —Sin rencor.

            —Sin miedo.

            —Sin prórrogas.

            —…

            No sabíamos qué tregua nos darían nuestras bolsas de viaje, seguramente no nos concederían demasiado tiempo y pronto llamarían impertinentes a la puerta.

            No me permitió apagar la luz. Era lo acordado.

            —Sin vergüenza…

f

Llamadas Anónimas

Texto ganador del III Certamen "Picapedreros" de Poesía, Guión y Microrrelato en la categoría de microrrelato.

Como todos los días al llegar a casa, llamó por teléfono a su madre. Prefería no hacerlo a lo largo del día, odiaba las conversaciones atropelladas desde el móvil o el trabajo a las que no podía dedicar más de dos minutos. Ella prefería sentarse en su butaca de orejas con un café y colgarse del auricular convencional. Escuchar la voz queda de la anciana, sus lamentos y preocupaciones se había convertido en un ritual del que no podía prescindir antes de irse a la dormir.

Al otro lado de la línea una mujer esperaba la llamada diaria con expectación. Lo llevaba haciendo tres años, cuatro meses y doce días. Lo recordaba porque la primera coincidió con su cumpleaños e inicialmente la confundió con una felicitación más. No lo era, pero la entonación de la mujer al aparato era de angustia y prefirió no deshacer el error.    

Había pasado el tiempo y seguía sin reunir el valor para aclarar la situación; tampoco su interlocutora deseaba explicarle que sabía que no hablaba con su madre muerta hacía tres años, cuatro meses y doce días.

 

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